El caso de Argelia se diferencia del conjunto del África por dos grandes razones: era considerada no una colonia sino parte del territorio de Francia y su población tenía una alta proporción de origen europeo (los famosos pied noirs). Los orígenes de la independencia se remontan a la segunda guerra y a la crisis del Estado francés después de 1940. En 1943, un grupo de intelectuales argelinos presentó una primera propuesta de organización de Argelia como república autónoma vinculada con Francia. En 1945, un movimiento más radical fue reprimido duramente. La población musulmana, en rápido crecimiento, proporcionó la base para los nuevos movimientos que surgieron en la posguerra. Un partido nacionalista dio origen a un movimiento revolucionario que en 1954 se organizó como Frente de Liberación Nacional. Inicialmente sus acciones tuvieron alcance limitado pero pronto alcanzó un respaldo masivo en la población musulmana y las simpatías en el resto del mundo incluyendo un sector importante de la intelectualidad francesa. El enfrentamiento militar fue derivando hacia la superioridad de los rebeldes y los niveles extremos de la represión desatada por las autoridades francesas no lograron detener el avance del FLN. En 1958 éste se constituyó en “gobierno provisional de la república argelina.” El cambio político en Francia con el retorno del general De Gaulle dio paso a un proceso de negociaciones que culminó con la independencia en 1962.
El Africa Sud-sahariana con la excepción de Sudáfrica se encuadraba en el esquema colonial clásico y tenía una población mayoritariamente africana con un débil porcentaje de población de origen europeo. El movimiento de descolonización tomó cauces diferentes de acuerdo con las políticas seguidas por las respectivas metrópolis. En el caso de los territorios británicos, la descolonización siguió un patrón de transferencia gradual de autonomía acompañado por el ingreso en la Commonwealth.
Dos diferencias importantes entre la descolonización en los países del Africa sud-sahariana y los países asiáticos fueron: 1) la colonización no se había implantado allí sobre unos estados vencidos con la conquista, sino sobre diversos sistemas tribales; 2) la conexión entre nacionalismo africano y los movimientos de los afrodescendientes de América del Norte y el Caribe. Este último punto es bien importante porque fueron los movimientos afro-americanos los primeros que asentaron las ideas de unidad africana, de identidad cultural entre los habitantes del continente africano y sus descendientes en América, del proyecto de independencia de los países coloniales y de una idea nueva, el panafricanismo, surgido en los países bajo dominio británico. La lucha por la igualdad de derechos y contra el racismo en los países americanos antecedió el nacionalismo de los africanos. En los Estados Unidos, el movimiento para la lucha por la igualdad de derechos civiles y políticos, encabezado por William Edward Bughart Du Bois tuvo una fuerte repercusión en África, tanto como el movimiento encabezado por un jamaiquino, Marcus Garvey. Du Bois fue co-organizador con Blaise Daigne, diputado del Senegal en el Parlamento francés, del primer congreso panafricano en París, en 1919. A ese primer encuentro le siguieron otros encuentros y fue en ese marco que se formaron los liderazgos de la independencia africana, Kwame Nkrumah y George Padmore, en Costa de Oro y Jomo Kenyata, en Kenia. Periódicos (el primero de ellos, The Negro World, fundado por Marcus Garvey) y revistas (Présence Africaine) comenzaron a expresar las aspiraciones y propuestas de los nacionalistas africanos. En las capitales europeas, principalmente Londres y París, surgieron asociaciones de estudiantes y organizaciones políticas. Los intelectuales africanos formados en las universidades europeas se sitúan a la vanguardia de un proceso de construcción de una conciencia africana. La reivindicación cultural fue decisiva en la formación del nacionalismo. En ese sentido jugaron un papel fundamental dos grandes poetas: el antillano Aimé Césaire y el senegalés Léopold Sedar Senghor, autor de un concepto nuevo, “negritud” término con el cual se designa la personalidad y la misión de los pueblos negros. Este proceso fue simultáneo del descubrimiento que los intelectuales occidentales hacían por entonces de la cultura africana, su música, su escultura, su pintura. Jean Paul Sartre destacó el aporte de la literatura de la negritud a un nuevo humanismo sin racismo. Picasso propuso el canon de belleza africana y los antropólogos difundían en sus escritos el mundo de ideas y valores de las comunidades del Africa. De esa manera se fue forjando una corriente de simpatía hacia las luchas de los africanos por su emancipación.
Entre los factores externos al África y que influyeron en la gestación del nacionalismo dos se destacaron particularmente: el influjo de la personalidad de Gandhi y la derrota francesa de Diem Bien Phu en 1954. El historiador africano Joseph Ki-Zerbo califica el despertar del nacionalismo como un “risorgimento de una personalidad que intenta formarse oponiéndose al poder establecido.”
Los actores de la emancipación en el Africa (muchos de ellos con nexos directos con los actores ya mencionados que actuaban en América y en Europa) incluyeron: los sindicatos, cuya organización se inició en la década de 1930, algunas iglesias cristianas y movimientos milenaristas, los partidos políticos nacionalistas y las asociaciones de estudiantes africanos de las universidades europeas.
La independencia se alcanzó en forma poco violenta: 1957, se produjo la independencia de la Costa de Oro, rebautizada Ghana, con Nkrumah como jefe de Estado. La Federación Nigeriana alcanza la independencia luego de una larga negociación con la corona (y un viaje de la reina) en 1960. En 1963, es organizada como República de Nigeria. Sierra Leona también se independiza en 1960. La independencia de Kenya es proclamada en 1963.
Los nuevos países africanos nacían con un sinnúmero de problemas: fronteras trazadas por las potencias coloniales según la lógica de sus equilibrios de poder y no según las identidades de los pueblos, dieron origen al problema de las etnias trans-fronterizas que tantos conflictos ha generado en varios países africanos, como en el caso de Ruanda Burundi. A ello se agregan la pobreza extrema, la marginalidad y el analfabetismo. La desnutrición ha ido de la mano de las enfermedades que han diezmado poblaciones enteras. Mientras la creatividad responde al desafío de la pobreza, los progresos de la educación son lentos y avanzan en grado desigual según los países.
El 25 de mayo de 1963, se funda en Addis Abeba la Organización de la Unidad Africana y se adopta la Carta de esa organización: su artículo 3°, parágrafo 7 incorpora el no alineamiento como principio rector de la política exterior de los estados africanos. En el Congreso celebrado en Rabat en 1972, los temas centrales de la agenda eran los movimientos de liberación africanos y la autonomía para el Sudán meridional.
El Eje Norte-Sur se conforma a partir de la primera crisis del petróleo (1973-1974): un eje diferente al eje Este-Oeste (que confrontaba sistemas político-ideológicos), el Eje Norte-Sur contraponía Estados ricos y Estados pobres. Desde el punto de vista económico, en ocasión de la primera conferencia de las Naciones Unidas sobre el comercio y el desarrollo que se reunió en Ginebra en 1964, los Estados no desarrollados del Sur fundaron el Grupo de los 77 (en 1993, eran ya 128) adoptando una plataforma de reivindicaciones comunes. No cuestionaron, sin embargo, los fundamentos del sistema económico internacional surgido de los Acuerdos de Bretton Woods y del GATT. Las grandes potencias rivalizaron por el Tercer Mundo. Hubo diplomacia del dólar y programas de asistencia soviética. Los países del Tercer Mundo se beneficiaron de ambos a la vez que los países industrializados del Norte necesitaban de las materias primas del Sur.