Medio Siglo de Historia

LAS “TRANSICIONES” EN LA PERSPECTIVA BIBLIOGRÁFICA (+)

1er. comentario: La “Transitología”
a) Los procesos de transición de las dictaduras a las democracias en América Latina se realizan muy próximos en el tiempo (desde 1974 en Brasil) y abarcan el conjunto de los países del llamado “Cono Sur”;
b) Dichos procesos en cierto modo coinciden con la caída de viejas dictaduras europeas (Francisco Franco, en España y Caetano-Salazar en Portugal, así como de la dictadura “de los coroneles” en Grecia) caída que, por otra parte, crearán condiciones para abrir la etapa final del colonialismo en África (Angola, Mozambique, Guineau-Bissau);
c) En 1979, en Centroamérica triunfa la Revolución Sandinista que derrota a la dictadura de Anastasio Somoza. Se abre así una perspectiva de democratización, también para otros países de la región, como Guatemala y El Salvador, más allá de que casi enseguida se iniciará la etapa de “guerras de baja intensidad” y la injerencia norteamericana en el apoyo a los “contras”;
d) Finalmente, en 1989 se producirá la caída del Muro de Berlín y la implosión del llamado “socialismo real” en la Unión Soviética y demás países de Europa del Este, iniciándose una transición hacia la economía capitalista y la democracia liberal.
Desde el punto de vista del desarrollo del pensamiento socio-político, estos procesos de transición generalizada de las dictaduras y del autoritarismo hacia la democracia que enumeramos, promoverá los enfoques analíticos comparados entre países, regiones y continentes y la expansión de una rama especializada dentro de las ciencias políticas y sociales llamada “transitología”, vinculada a diversos autores, entre otros, a Guillermo O’ Donnell y Philippe Schmitter, (de quienes tomamos algunas de sus principales conclusiones contenidas en la obra de 4 tomos llamada: “Transiciones desde un gobierno autoritario”).

2do. comentario: La “reducción” del concepto transición a su significado político
Se saben cuándo empiezan los procesos de transición pero no cuándo terminan. En algunos casos, el inicio de los mismos se vincula a factores muy datables, tanto externos: por ejemplo, la guerra de las Malvinas en Argentina como internos: por ejemplo, el resultado del plebiscito constitucional en Uruguay.
Pero es más difícil determinar el fin de los procesos transicionales, en tanto los sistemas democráticos que emergen luego de las dictaduras, “heredarán” una serie de “cuentas pendientes” o problemas no resueltos, principalmente en los temas de la violación de los derechos humano y el juzgamiento a los responsables, la verdad histórica sobre lo acontecido y la pervivencia de los poderes de facto, las secuelas del modelo económico y el crecimiento de la deuda externa, ante los cuales resulta muy difícil datar el momento de su reversión o superación definitiva.
Por eso mismo, la transitología, acotó o redujo el concepto de transición –y por ende el de la democracia recuperada- a su aspecto exclusivamente político-institucional, es decir, la etapa de transición comprende el cambio del régimen dictatorial en crisis hasta las primeras elecciones de un gobierno democrático y la afirmación de reglas de juego institucional acatadas por los actores políticos principales. De allí que se entendiera por consolidación institucional, precisamente: el “proceso de estabilización de la democracia política, evitando las regresiones autoritarias” (M.A. Carretón), tanto hacia el pasado dictatorial como hacia los intentos revolucionarios sesentistas.
Por otra parte, la reflexión sobre las transiciones se centró más en cómo se salía de las dictaduras que en cómo se entraba a las democracias. Dicho de otro modo, buena parte de las características que se le atribuyeron a las democracias emergentes estaban condicionadas por la inmediata necesidad de superar la dictadura, postergándose así una reflexión crítica sobre los condicionamientos o límites de las democracias recuperadas.
De allí que la democracia como “ideal” o la “democratización” de la sociedad, entendida como el “proceso creciente de incorporación a la vida social y sus beneficios, de igualación de oportunidades y de participación en diversas esferas” (MAG), temas que nutrieron el imaginario optimista de la lucha antidictatorial, fueron relegados a hipotéticas etapas futuras de desarrollo. El avance de los procesos de transición en la región demostrará cómo la consolidación de “reglas de juego” de la democracia política es capaz de coexistir con diferentes grados de desigualdad e injusticia social.
Esta verdadera dificultad para pasar de una democracia electoral a una sociedad democrática, o de combinar eficazmente democracia y desarrollo, habilitará el resurgimiento de un pensamiento crítico latinoamericano, a principio de la década de los años ’90, ya no sobre las dictaduras (como lo fue en los ’80) sino sobre las democracias “realmente existente”, pensamiento crítico que al Uruguay no llegó.