B) Carlos Real de Azúa y el fin de la “sociedad amortiguadora”.
-Para Carlos Real de Azúa, desde la primera mitad del siglo XX en el Uruguay
se diseña un sistema político y social caracterizado por un sistema
de equilibrios complejos entre sectores con un alto grado de integración,
que amortiguó la hegemonía de cualquier de ellos (“constelación
de poderes”). Así, dice, “se concretó un tipo de sistema
que hoy se tiende a denominar de “conciliación”; en el que “un
Estado y un Gobierno se mostraron capaces de cumplir una tarea vasta y compleja
de distribución y redistribución social de los recursos (…)
mediante un repertorio de instrumentos”. Esos instrumentos eran utilizados
para que la sociedad conservara un “grado considerable de integración” y “nivel
de consenso”. (181-182)
Este “régimen de conciliación”, sumado a la existencia
de recursos económicos a distribuir debido a un contexto internacional
favorable para el país, ensanchó las bases sociales de apoyo del
poder público que no tuvo desafíos frontales. La fundante consensual
de ese sistema era la “vía media”, transformada en verdadera
doctrina nacional, sobre todo, entre 1920 y 1950.
Esta configuración del sistema comienza a alterarse en la segunda mitad
del siglo XX. El año 1958, dice Real de Azúa, fue la última
ocasión en que se pretendieron “alternativas claras” a la
línea política vigente (o a la falta de ella) a través del
cambio de gobierno: del Partido Colorado al Partido Nacional, por primera vez
en el siglo; otro intento de salida fue la reforma constitucional de 1966, incorporando
las novedades del liderazgo personalizado a través del Ejecutivo unipersonal
y la planificación en el área de gobierno.
No obstante esos intentos reformistas, finalmente, dice Real de Azúa:
se “estrechó en forma drástica las alternativas políticas
sociales efectivas que dentro del sistema pudieran darse”.
En el marco de la crisis, se pasa a un “sistema más estructurado” y
menos flexible, en el que: 1º) se modifican los equilibrios entre sectores
dentro del bloque de poder y se afirma el predominio del núcleo empresarial
bancario-financiero, debilitándose el peso del sector agropecuario y desplazándose
a las clases medias a la función de “clases de apoyo” a la
gestión estatal; 2º) se impone una política estabilizadora
drástica (por ejemplo, a través de la congelación de salarios);
3º) asume un personal ejecutor de dichas políticas diferente del
personal estatal y partidario tradicional (se refiere a la incorporación
de empresarios y banqueros al Gabinete de Jorge Pacheco Areco); 4º) la aparición
del “intruso político” como funcional a esos cambios, es decir,
un liderazgo personalizado en la figura del Presidente Jorge Pacheco Areco, que
actúa con autonomía de las lógicas de partido o “por
encima” de ellas.
-Crisis económica y pugna por la redistribución del ingreso. A
partir de 1955, los recursos económicos que alimentaron el sistema se
hicieron más escasos por los límites del crecimiento industrial,
por la estrechez del mercado interno y por la crisis del modelo de industrialización
por sustitución de importaciones. También por la falta de superación
de los problemas de tenencia de la tierra (latifundio, minifundio, desempleo)
y el arcaísmo de la estructura rural (monocultivo).
-Sobre esta estructura económico-productiva del país incide el
peso del estancamiento burocrático, dado que ¼ parte de la población
activa era funcionario público o dependía de los ingresos del Estado.
También la vulnerabilidad del sector público de la economía
y de los Entes nacionalizados ante la embestida monopolista externa, que empezó a
invertir en bancos y transporte. Aquí, Real de Azúa se detiene
a analizar cómo, desde 1945 y el cambio de la hegemonía inglesa
por la norteamericana, decrece “la relativa autonomía de acción
del país en su conjunto” dentro de la marginalidad y dependencia
del continente latinoamericano, aumentando su vulnerabilidad, “en contra
de su conformación tradicional” (p. 183).
-Ante este cuadro de estancamiento (el Producto Bruto Interno permanece prácticamente
estacionario desde 1947) se hacen sentir las presiones sociales por la redistribución
del excedente: las presiones del sector industrial y de servicios por políticas
de protección e impositivas; del sector primario-exportador mediante los
mecanismos de la paralización de actividades y la devaluación monetaria
como “forma de poder discreto”; las presiones de los sectores obreros
mediante la realización de paros, huelgas y movilizaciones por aumento
de salarios y jubilaciones y contra el desempleo; las decisiones del Estado usando
los mecanismos monetarios, salariales y de precios como variables de la reestructura.
-Real de Azúa introduce otro argumento explicativo de la crisis similar
al de Solari y de Ángel Rama: la caída del fundamento consensual
del sistema. Se trata, dice, del crepúsculo de la clase política
y del sistema de compromiso y el surgimiento de una promoción cultural,
que emerge luego de la 2ª Guerra Mundial y el fin de la década de
los ’50, llamada la “generación de la crisis”. Con ella,
se profundiza la “caducidad de toda esa estructura mental” del idealizado “Uruguay
Batllista” (esto es: las conquistas sociales, la fe en la superación
del país, el optimismo y el ideal de felicidad estable), base de la “doctrina
nacional y social del sistema de conciliación”. El cambio de mentalidad
se une a una postura de radicalización de posiciones y prácticas.
-La salida a este proceso de crisis será en etapas y en dirección
conservadora. Real de Azúa habla de un “endurecimiento graduado”,
a partir del año 1958; de la instauración de un modelo “neoautoritario
atenuado” (diferente a la dictadura brasileña), a partir del año
1968. Y, finalmente, la imposición del régimen dictatorial, a principios
de los años ‘70.