Yugoeslavia, un país que se componía de territorios que habían pertenecido en el pasado al Imperio Austro-Húngaro y al Imperio Otomano, había logrado la independencia bajo forma monárquica en el período de entreguerras. De esos orígenes data la compleja composición étnica y religiosa del país, con unas poblaciones de origen eslavo y otras descendientes de los otomanos de religión musulmana. Después de 1945, bajo el gobierno del mariscal Tito, Yugoeslavia logró construir una unidad con un sistema federal que integraba pueblos de diverso origen étnico: serbios, croatas, eslovenos, bosnios, albaneses. Desde el punto de vista religioso, musulmanes y cristianos ortodoxos conformaban las confesiones mayores. La tendencia a la ruptura de la unidad y la construcción de entidades políticas con base étnica se manifestó primero en forma localizada pero luego se generalizó a todo el país produciendo una profunda fragmentación que ha culminado este año con la independencia de Montenegro.
Este proceso se inició en 1981en Kosovo, territorio que para los serbios tiene casi el carácter de una ciudad santa aún cuando los albaneses representan el 80% de la población. Allí una revuelta de jóvenes kosovares albaneses que aspiraban al reconocimiento de una nueva república fue reprimida pero fue la primera señal de una larga y violenta confrontación. Desde la llegada de Slobodan Molosevic al poder en 1987, los cuestionamientos al estatuto de la provincia de Kosovo y los movimientos de resistencia etno-religiosos de comunidades musulmanas se enfrentaban con el proyecto del gobierno serbio de reagrupar bajo su dominio los restos de la antigua Yugoeslavia. En los territorios de Bosnia-Herzegovina y Macedonia, los movimientos separatistas buscaron definir en consultas populares su aspiración a la independencia pero la violencia comenzó a escalar.
La muerte de Tito marcó el comienzo de la disolución de Yugoeslavia. La guerra de 1990-1991 dio lugar a la intervención de EEUU, Francia y el Reino Unido. El proyecto de creación de una Federación con presidencia rotativa no funcionó y las distintas unidades que integraron la antigua Yugoeslavia fueron ganando la independencia. En 1991, Eslovenia fue la primera en cumplir su secesión en mayo, seguida luego por Croacia. Ambas fueron rápidamente reconocidas, por Alemania primero y por la Unión Europea después. Eslovenia aspiraba a ingresar a la UE y a la OTAN. Es la república más homogénea en términos étnicos: un 90% de su población es eslovena. En Croacia, el nacionalismo ha tomado por objetivo la recuperación de los territorios poblados por croatas en Bosnia Herzegovina y a la vez, aplastar la resistencia de los serbios que habitan su propio territorio. De estos objetivos resultó una alianza croato-musulmana que tuvo gran participación en los acontecimientos de las guerras de Bosnia y Kosovo. A fines de 2005, Croacia inició negociaciones para ingresar en la UE.
Bosnia-Herzegovina, el territorio donde se inició la primera guerra
mundial, es un complejo mosaico etno-religioso. El resurgimiento del nacionalismo
serbio-bosnio puso en jaque el frágil equilibrio entre las minorías
que componían esa población. El Plan Vance-Owen tenía
por objeto la creación en Bosnia de cantones relativamente homogéneos
pero fue inútil para impedir el conflicto. Los intentos por definir
territorios sobre bases étnicas desencadenaron finalmente la guerra
de 1992-1995, entre Serbia, los serbo-bosnios, los croatas y los bosnios musulmanes.
La política de “limpieza étnica” practicada por Serbia
tuvo por víctimas principales a los albaneses musulmanes. El ataque
sobre Sarajevo y la masacre de Srebenica, un enclave musulmán en la
zona serbia de Bosnia, fueron los hechos más impactantes pero la limpieza étnica
también fue practicada en Croacia esta vez con los serbios como víctimas.
En 1995, una negociación conducida por los Estados Unidos, culminó en los acuerdos firmados en la base militar de Dayton, con la aquiescencia muy poco entusiasta de los tres líderes del momento, Milosevic, Franco Tudjam por los croatas y Alija Izetbegovic presidente de Bosnia-Herzegovina. En ellos quedó sancionada la subdivisión étnica de Bosnia Herzegovina, con zonas controladas por serbios, croatas y musulmanes. Se elaboró una nueva constitución y en la definición de fronteras, Kosovo quedó dentro del territorio de Serbia. Los acuerdos preveían además una presidencia colegiada del país, el regreso de los refugiados y la entrega de los criminales de guerra. Casi ninguna de estas provisiones fue implementada.
La fragilidad de los acuerdos de Dayton quedó de manifiesto poco tiempo
después cuando en Kosovo surgió un ejército de liberación
nacional abiertamente enfrentado al gobierno serbio. Una nueva ronda de negociaciones
condujo a las conversaciones en el Palacio de Ramboouillet, en París,
entre 1998-1999. El fracaso de estas negociaciones dio paso a la guerra con
la intervención de la OTAN en marzo de 1999. La derrota de Serbia fue
seguida más tarde por el arresto y juicio de su presidente, fallecido
en marzo de 2006.
Naciones Unidas emitió la resolución 1244 por la cual Kosovo
quedaría como un protectorado bajo la administración temporal
de esa organización aunque formalmente dentro de Yugoeslavia y luego
de la disolución de ésta, dentro de Serbia, un estatuto que deberá ser
revisado en el presente año 2006.
Los resultados de la guerra para esta región han sido una destrucción
sin precedentes de ciudades y pueblos, un desempleo del 50% en Bosnia y Herzegovina
y un millón de personas desplazadas como resultado de los conflictos étnicos
en Bosnia, Kosovo y Croacia. Los organismos internacionales destinaron una
importante asistencia para la reconstrucción pero ésta no ha
avanzado lo suficiente.