( I ) Algunas características de la crisis uruguaya
1º) Sobre condicionantes internacionales de la crisis nacional. Digamos que desde el punto de vista internacional, la crisis nacional se enmarca en el contexto de dos acontecimientos importantes: el Mayo francés, en 1968, y la crisis del petróleo, en 1974. Siendo acontecimientos internacionales de distinto tipo, igualmente van a confirmar el agotamiento de una etapa de desarrollo del Capitalismo como capitalismo industrial y del Estado como Estado de Bienestar (o Welfare State). Desde el punto de vista regional, la crisis uruguaya se enmarca en la crisis de un modelo de desarrollo llamado de “Industrialización por Sustitución de Importaciones” y del Estado populista y/o de “compromiso”.
2º) Carácter estructural de la crisis uruguaya. No se trata de una crisis parcial (por ejemplo: una crisis política o de gabinete o meramente económica); tampoco es una crisis coyuntural o pasajera. Se trata de una crisis: A) de carácter global o sistémico, es decir que, tomada en su conjunto, afectará las bases mismas de la organización tradicional del sistema en sus múltiples dimensiones e interrelaciones: económicas, sociales, políticas así como las formas de convivencia entre los uruguayos; B) Se trata de una crisis donde se constata una sucesión abigarrada de hechos, que transcurren simultáneamente, de repercusiones mutuas, considerados “fuera de lo común” y de los que pareciera “no poder salirse” por las vías normales; C) Finalmente, en el despliegue de esa dinámica, por distintas vías, se llegó a lo que algunos autores denominan “el consenso de terminación” (O’ Donnell), un punto de “no retorno” para la conservación del sistema tradicional, un juego de fuerzas en que se apuesta en lo inmediato a un “todo o nada”.
3º) Carácter subjetivo de la crisis: la relación entre la vida y la muerte. Un aspecto subjetivo central de la crisis de los años ’60 y ’70, es el que tiene que ver con la relación o el límite entre la vida y la muerte. Cuando para conservar el orden institucional el Estado reclama para sí el derecho a la vida o la muerte de sus ciudadanos, por encima de garantías y derechos naturales y constitucionales, o cuando sectores no estatales están dispuestos a matar o morir por una causa, es cuando la relación vida-muerte –el cuerpo mismo- se vuelve objeto de la política y pasa a formar parte de cálculos, estrategias e intenciones (mediante secuestros, encierros carcelarios, asesinatos, castigos corporales, desapariciones). Con ello, se afectan muy profundamente los derechos humanos y se degradan las formas civilizatorias y de convivencia pacífica dentro de una comunidad. Y de esas formas de enemistad y deshumanización en la consideración de las personas, cuesta recuperarse como sociedad.
4º) La extensión en el tiempo de la crisis.
La crisis orgánica de la sociedad uruguaya se da a través de un
proceso, transcurre en etapas, no se da simultáneamente, en un solo
acto, en el mismo momento.
La crisis comienza a mediados de los años ’50 en
sus aspectos más propiamente económico-productivos (incluida
la inserción internacional del país y el endeudamiento externo);
desde mediados de los años ’60, abarcará los
aspectos sociales, la reestructura del Estado de Bienestar y
la consiguiente activación obrera y popular; hacia fines
de los años ’60 y principios de los ’70, la crisis
incluirá los componentes político-instituciones y
el cuestionamiento a la autoridad del liderazgo gubernamental, los desafíos
armados y la autonomización del sector militar;
desde 1972, la crisis incorpora una dimensión
humana, donde el valor de la vida y las garantías legales irán
perdiendo significado para las lógicas decisionistas, tanto políticas
como militares.
En toda esta sucesión e interrelación de fenómenos críticos,
se irá también deslegitimando el consenso cultural en
torno a valores éticos y la importancia de la vida humana,
que cohesionaban tradicionalmente el imaginario de la sociedad uruguaya como “la
Suiza de América” o la “sociedad amortiguadora”.
5º) Carácter institucional de la crisis. El desenlace de la crisis sesentista es el golpe de Estado de 1973. Un golpe de Estado es un fenómeno que tiene un carácter eminentemente institucional, focalizado en un órgano de poder político por excelencia: el Estado, que impone formas totalitarias de reracionamiento, que borran los límites entre el Estado, la sociedad y la intimidad de las personas y que reestructura sus propias formas: pasaje del Estado de derecho al Estado-dictadura. Este poder político-institucional concentrado y monopólico es el que marca las asimetrías en el uso de la fuerza, y también debería marcar una cuota mayor de responsabilidad cuando explicamos el desenlace rupturista de la crisis en el Uruguay.