( I ) Algunas aclaraciones previas sobre el concepto de “crisis”
1º) Sobre el concepto de “crisis” en las ciencias
sociales. Jürgen Habermas sostiene que el término crisis
remite al lenguaje de la Medicina. Refiere, dice, a “la fase de un
proceso de enfermedad en que se decide si las fuerzas de recuperación
del organismo conseguirán la salud” (15).
Por analogía, en las Ciencias Sociales, el término crisis refiere
a un período de tiempo, fase o coyuntura en la que se producen anomalías,
perturbaciones o irregularidades en el funcionamiento del organismo social.
Puede suceder que dichas disfunciones sean parciales y/o que sus efectos sean
absorbidos por el propio sistema que así se reequilibra. Pero, también
puede suceder que la crisis termine reestructurando la organización
de la sociedad en su conjunto. Esto último es lo que sucederá en
nuestro país como resultado de la crisis de los años ’60
y principios de los ‘70.
2º) Las crisis son objetivas, no son una definición arbitraria
o ideológica. Se constatan a través de diversos parámetros
y en distintos planos de la realidad. Por ejemplo: A) en los cambios en las
relaciones internacionales y la inserción dependiente del país,
luego de la guerra de Corea y la confirmación de la hegemonía
norteamericana en la región, en los años ‘50; B) en las
transformaciones en el contexto latinoamericano de “tardía guerra
fría” e imposición de dictaduras, en los años ’60
del siglo pasado; C) en la crisis del modelo industrializador o también
llamado de desarrollo “hacia adentro”; D) en la crisis de la política
entendida como “negociación” y “compromiso”.
3º) La dimensión subjetiva de la crisis. La existencia
objetiva de una crisis no necesariamente se transforma en una “conciencia
de la crisis”. En este último sentido, la conciencia de la crisis
es una sensación o percepción de la población que es interpretada
o “trabajada” desde las ideologías y los discursos políticos.
Ello es interiorizado por miles de personas que se involucran en la historia
rompiendo inercias de la vida cotidiana y patrones de conducta definidos como “normales”.
Así, actitudes que hoy serían impensadas o irreales, en el contexto
de aquellos años tendrán otros significados y justificaciones
que no pueden ser entendidos o juzgados, exclusivamente, con los criterios
actuales, 30 o 40 años después.
Dentro de esa “conciencia de la crisis”, para muchos, los años ’60
y ’70 fueron vividos como una épica y el “fin” de
una época histórica: fin del “Uruguay batllista”, “latinoamericanización” del
Uruguay, revolución “a la vuelta de la esquina”. Para otros,
los mismos años fueron vividos como desafíos a la institucionalidad,
al orden estatal o a la civilización occidental y cristiana.
4º) La reversibilidad o irreversibilidad de las crisis. El desenlace rupturista de la crisis sesentista no estuvo predeterminado ni fue irreversible. Veremos cómo, en aquellos años, se suceden diversos intentos de salida a la crisis: desde la constitución de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (CIDE), dirigida por el Cdor. Enrique Iglesias, y su Plan Nacional de Desarrollo (1965-1974), hasta el Plan de soluciones a la crisis del Congreso del Pueblo, en 1965, que retoma el Congreso de Unificación Sindical que constituye la Convención Nacional de Trabajadores, en 1966; desde la decisión mayoritaria del electorado que llevó al recambio del Partido Colorado por el Partido Nacional, en 1959, hasta la reforma de la Constitución, en 1966. Así y todo, la crisis igualmente no pudo revertirse y tuvo un desenlace objetivo: en nuestro caso, no fue una revolución social sino un golpe de Estado y una dictadura por cerca de 11 años.