[Discurso del presidente Truman ante el Congreso de los Estados Unidos. Texto original en Congressional Record, XCIII (12 de marzo de 1947), pp. 1999-2000].
La gravedad de la situación por la que atraviesa actualmente el mundo
requiere que comparezca ante una sesión conjunta del Congreso. En este
caso se encuentran comprometidas la política exterior y la seguridad nacional
de este país.
Uno de los aspectos de la presente situación que deseo mostrar a ustedes
en este momento para su estudio y resolución se refiere a Grecia y a Turquía.
Los Estados Unidos han recibido del gobierno griego un llamado urgente solicitando
ayuda financiera y económica. Los informes preliminares comunicados por
la misión económica norteamericana que se encuentra en Grecia,
así como los que proceden de nuestro embajador en ese país, confirman
la declaración del gobierno griego en cuanto a lo imperioso de ese auxilio
para que Grecia sobreviva como nación libre.
Grecia se halla a la fecha sin fondos necesarios para financiar la importación
de esos artículos que son esenciales para subsistir. En estas condiciones,
ese pueblo no puede continuar resolviendo sus problemas de reconstrucción.
Grecia tiene urgencia de contar con la ayuda financiera y económica que
le permita reanudar sus compras de alimentos, ropa, combustibles y semillas,
artículos que son indispensables para la subsistencia de su pueblo y que
sólo puede obtener del extranjero; asimismo, necesita fondos para importar
artículos que le son necesarios para restablecer el orden y la seguridad
internas, esenciales para la recuperación económica y política.
Igualmente, el gobierno griego ha solicitado la colaboración de expertos
administradores norteamericanos, economistas y técnicos, para asegurarse
de que la ayuda financiera, así como la de otra especie, que se imparta
a Grecia, se usen positivamente para establecer una economía firme y de
auto-abastecimiento y en mejorar su administración pública.
La existencia misma del Estado griego se encuentra ahora amenazada por las
actividades terroristas de varios miles de hombres armados, dirigidos por comunistas,
quienes niegan al gobierno autoridad sobre determinados lugares, especialmente
a lo largo de su frontera norte. A la fecha, una comisión nombrada por
el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas investiga los disturbios ocurridos,
por una parte, en el norte de Grecia y, por otra, en Albania, Bulgaria y Yugoeslavia.
Mientras tanto, el gobierno griego no está en aptitud de hacer frente
a la situación. Su ejército es pequeño y pobremente equipado.
Necesita alimentos y equipo para restablecer la autoridad del gobierno en todo
su territorio.
Grecia debe contar con ayuda para llegar a ser una democracia que se baste
y se respete a sí misma.
Los Estados Unidos deben suministrar esa ayuda. Ya hemos enviado a ese país,
aunque en proporción insuficiente, auxilios d cierta clase y un refuerzo
económico.
La democrática Grecia no puede recurrir a ninguna otra nación que
esté dispuesta y capacitada para proporcionarle la asistencia necesaria.
...
El gobierno griego ha estado funcionando en una atmósfera caótica
y extremista. Ha cometido errores. La ayuda que le han ofrecido los Estados Unidos
no significa que este país perdone tolo lo que el gobierno griego haya
hecho o haga en el futuro. Hemos condenado en el pasado, y volveremos a condenar,
los procedimientos extremistas de la derecha o de la izquierda. Antes hemos aconsejado
tolerancia; también la recomendamos ahora.
Turquía, la vecina de Grecia, merece igualmente nuestra atención.
El futuro de Turquía como estado independiente y de economía estable
no es, a todas luces, menos importante para los pueblos amantes de la libertad,
que el de Grecia. Las circunstancias en las cuales se encuentra ahora, son notoriamente
distintas de los de esta nación. Turquía ha estado evitando los
desastres que acosan a Grecia. Durante la guerra, los Estados Unidos y la Gran
Bretaña proporcionaron ayuda material a Turquía. Sin embargo, ésta
necesita hoy de nuestro auxilio.
Desde la guerra, Turquía ha buscado un refuerzo financiero de la Gran
Bretaña y de los Estados Unidos para llevar a cabo la modernización
necesaria para conservar su integridad territorial.
Esta integridad es fundamental para mantener el orden en el Cercano Oriente.
El gobierno británico nos ha informado que, debido a las dificultades
propias por las que atraviesa, ya no puede enviar ayuda financiera o económica
a Turquía.
Como en el caso de Grecia, si Turquía debe contar con el auxilio que requiere,
los Estados Unidos deben proporcionarlo. Somos el único país
capaz de impartir esa ayuda.
Sé perfectamente las grandes complicaciones que implica el hecho de que
los Estados Unidos acudan en auxilio de Grecia y Turquía, las cuales discutiré con
ustedes en esta ocasión.
Uno de los objetivos primordiales de la política exterior de los Estados
Unidos consiste en establecer condiciones que nos permitan trazar, con otras
naciones, una línea de conducta libre de toda coacción. Este punto
fue considerado como fundamental cuando sostuvimos la guerra en contra de Alemania
y del Japón. Nuestro triunfo se impuso sobre los países que trataban
de imponer su voluntad y sus normas en las demás naciones.
Para asegurar un desarrollo pacífico de los Estados, a salvo de coerción,
los Estados Unidos han asumido un papel directivo para fundar las Naciones Unidas,
el propósito de las cuales tiende a convertir en realidad la libertad
y la independencia duradera de todos sus miembros. No llegaremos, empero, a ver
satisfechos nuestros objetivos, a menos que tengamos la voluntad de ayudar a
los pueblos libres para que conserven la autonomía de sus instituciones
y su integridad nacional, contra actitudes agresivas que traten de implantar
en ellos sistemas totalitarios. Lo anterior no constituye más que el reconocimiento
franco de que esos regímenes impuestos sobre pueblos libres, mediante
una agresión directa o indirecta, socavan los cimientos de la paz internacional
y, por ende, la seguridad de los Estados Unidos.
En fechas recientes, los pueblos de varios países del mundo han sido sometidos,
contra su voluntad, a sistemas totalitarios. A menudo, el gobierno de los Estados
Unidos ha formulado protestas contra la fuerza y la intimidación, que
violan el convenio de Yalta, en Polonia, Rumania y Bulgaria.
Debo comunicar que en otros países han acontecido hechos semejantes.
En esta hora de la historia mundial casi todas las naciones deben escoger entre
sistemas de conducta alternos. Con frecuencia, no se elige el que conduce a la
libertad.
Un sistema se basa en la voluntad de la mayoría y se distingue porque
sus instituciones son autónomas, su gobierno es representativo, celebra
elecciones libres, ofrece garantías para la libertad individual y permite
las libertades de expresión y religiosa y la liberación de la tiranía
política.
El segundo sistema se apoya en la voluntad de una minoría que se impone
por la fuerza. Se funda en el terror y la opresión, en el control de la
prensa y la radio, en elecciones determinadas y en la supresión de las
libertades personales.
Creo que la norma de los Estados Unidos debe consistir en apoyar a los pueblos
que se resisten a ser sojuzgados por minorías armadas o por presiones
exteriores.
Creo que debemos auxiliar a los pueblos libres para que tracen, por sí solos,
sus destinos correspondientes.
Creo que nuestra ayuda debe impartirse principalmente por la vía económica
y financiera, que constituyen renglones esenciales para alcanzar estabilidad
monetaria y orden en sus sistemas políticos.
El mundo no es estático, y el statu quo no es sagrado. Pero no podemos
permitir que se le hagan cambios, violando la Carta de las Naciones Unidas, por
métodos tales como la coacción, o mediante subterfugios como la
infiltración política. Al ayudar a las naciones libres e independientes
a conservar su libertad, los Estados Unidos cumplen con los preceptos establecidos
en la Carta de las Naciones Unidas. ...
La simiente de los regímenes totalitarios se nutre de miseria y necesidad.
Se esparce y crece en el suelo maligno de la pobreza y la contienda. Alcanza
su más completo desarrollo cuando en un pueblo ha muerto la esperanza
de obtener mejor vida.
Debemos mantener viva esa esperanza.
Los pueblos libres del mundo se vuelven hacia nosotros en busca de ayuda para
conservar su libertad.
Si vacilamos en asumir la dirección, podemos hacer peligrar la paz del
mundo y, seguramente, arriesgaremos el bienestar de nuestra propia nación.
Grandes responsabilidades nos ha tocado arrostrar por la repentina evolución
de los acontecimientos.
Tengo confianza de que el Congreso afrontará estas responsabilidades
con toda ecuanimidad.